miércoles, 14 de mayo de 2008

La mujer en la antigüedad clásica

Para hablar sobre la situación de la mujer en la historia debemos desplazarnos a la Antigüedad desde los tiempos de gloria de Roma y Grecia, por ejemplo. Así, en Roma se identificaba a la mujer como propiedad del hombre, no tenía derechos políticos, aunque sí civiles; en contraste con lo que sucedía en la Grecia de Platón y Aristóteles, donde se veían reducidas a su denominación de 'hija o mujer de ciudadano', sin ningún tipo de personalidad jurídica que les distinguiese.

Esta situación social le daba en Roma, dos catalogaciones posibles: según la vieja moral, la mujer se trataba de un instrumento para el ciudadano y su poseedor o esposo, para quien ella servía como forma de consolidación de familia y capital. Por otro lado, se la consideraba, como una simple compañera en la vida de un hombre y como procreadora sin merecer ningún tipo de valor más, puesto que siempre estuvo subordinada al marido.
A pesar de su situación inferior social, respecto a la familia e intimidad, la mujer fue un icono de la educación y la sabiduría, que la elevaron en el rango social en el desarrollo de los siglos posteriores.

Hasta tal punto que llegó a ser la encargada de impartir la filosofia y ética en Roma públicamente. Incluso, ejemplos como Cornelia, hija del grande Escipión y madre de Gracos, albergaron entre sus discípulos a muchos hombres.
Aún así el notable rango machista se aceptó plenamente en la sociedad puesto que el hombre era el poseedor tanto de su mujer como de su descendencia y sus criados. Por lo tanto, la mujer romana disfrutaba de una limitada libertad que acotaba su vida social a la compañia de sus criadas o sus amigas, siempre mediante relaciones discretas y breves con otras mujeres. Pese a estas relaciones entre matrimonios, algo impensable para la sociedad de hoy, el divorcio existía pero sólo podía ser solicitado por el hombre y en situaciones muy específicas.


Como antes se adelantó, en Grecia la situación femenina a nivel social era aun más degradante, puesto que no poseían personalidad jurídica ni política y siempre estaban a la sombra de una figura masculina que se encargaba de tratarla como posesión en todos los sentidos. Por ello, la mujer soltera estaría bajo el control de su padre, en falta de èste, de su hermano; una vez casada, pasaba a la propiedad de su esposo, y en caso de ausencia de éste último, al poder de su primogénito. Esta dependencia daba lugar al analfabetismo y en muchos casos debían conformarse con la educación recibida de su madre. Madres que se convirtieron en los sabios de la época.
En cuanto al matrimonio la mujer era un instrumento de cambio, no solo de poseedor sino que generalmente, se dotaba con propiedades de parte del padre al prometido para asegurar el acuerdo matrimonial, mas parecido a una transacción económica. Con el único objetivo de la procreación de futuros ciudadanos de la pólis, el género despectivo daba lugar a los infanticidios femeninos y el abandono de hijas.

Debido a esta marginación surgieron diferentes grupos sectarios donde mediante ritos excéntricos, y a veces catalogados de satánicos, se adoraban a dioses como Baco o Orfeo.


Como conclusión sólo destacar los grandes avances que ha dado la sociedad desde principios de la historia, remontándonos a antes de Cristo hasta el siglo XXI, donde nos encontramos, que el paso en la declaración de los derechos de la mujer en la sociedad sigue, desafortunadamente, algo descatalogado en algunas zonas no desarrolladas en distibntos niveles. Aún así, es motivo de orgullo saber que tanto en Occidente, como en parte de Oriente, la mujer ha conseguido ganarse el respeto y mérito como persona y ser capaz de igualarse al hombre (excepto en algunos campos que existen disidencias al respecto, como los salarios, etc.), siendo a nivel personal más independiente (tanto a nivel privado como profesional), y segura de sí misma y sus posibilidades hacen posible la imagen de la mujer de hoy y el futuro que traerá más igualdad entre sexos y oportunidades.